domingo, 25 de noviembre de 2007

ELLAS SON EL CENTRO DE LA PANTALLA Y LA PANTALLA ES EL MUNDO




Por: Omar Rincón*

Las telenovelas se convirtieron en el producto de mayor oferta en la televisión latinoamericana. Muchos ya se están quejando de tantas mujeres puras, demasiados hombres equivocados y la multitud de sobreactuadas malvadas. Se está viviendo un virus denominado telenovelitis aguda, y todo parece indicar que no hay vacuna para esta enfermedad en ninguno de los laboratorios creativos.

La televisión tiene ese cantadito propio, ese tonito que la hace ser una caja mágica, ese no se qué que nos emboba y lo hace a uno feliz. Ese tumbadito para muchos intelectuales, culturólogos y pensadores es obvio y fácil de lograr. Pocas veces uno ve que la televisión llegue al nivel justo de lo leve sin verse ridícula y encuentre el tono de lo emocional sin caer en lo superfluo. Sin embargo, la telenovela colombiana con obras como Café, Señora Isabel, La otra mitad del sol, Perro Amor y La Mujer del presidente están haciendo una televisión que sin intentar ser cine ni teatro, sino buena televisión, son una emocionante y divertida manera de leer la realidad.

El melodrama por ser el género auténtico y propio de nuestra cultura latinoamericana tiene una aceptación generalizada entre la audiencia y, por tanto, en épocas de industria es una buena apuesta para asegurar rating. La telenovela tiene agarre, así siempre cuente lo mismo, ya que refleja elementos esenciales de nuestra realidad social, política y cultural. El melodrama es exitoso porque por ahí pasa parte de nuestra identidad, nuestra forma de ser y sentir como colectividad.

El melodrama es, por lo tanto, no sólo el género más reconocible por el televidente sino una forma de leer la realidad. El melodrama se reconoce como género porque es una receta dramática que presenta siempre los mismos elementos, y como realidad porque parte de conflictos y soluciones aceptadas en la vida diaria (maneras de ser hombre o mujer, formas del poder, estilos de amar). Ya no sabemos si la vida cotidiana se parece a un melodrama o el melodrama es la forma privilegiada de vivir la vida. Lo cierto es que si queremos conocer cómo somos o cómo venimos siendo como sociedad una buena estrategia para saberlo está en las historias del melodrama.


LA FÓRMULA

¿Qué es lo que hace que unas telenovelas se conviertan en parte de la vida cotidiana de la gente y otras no? De pronto la explicación se encuentre en las reglas que rigen la fórmula del melodrama y que están muy cercanas a los grandes conflictos que se habita en la vida de todos los días de las masas urbano-populares de América Latina y el mundo:

1. Un dramatizado de televisión debe presentar una historia de amor que generalmente es entre un hombre rico o príncipe azul y una mujer pobre o bella durmiente; relación que a toda costa debe ser evitada por un villano que busca el amor de la heroína.

2. Debe existir un conflicto u obstáculo fundamental que impida que ese romance se realice; aquello que evita a toda costa el amor puede darse por una causa externa como la familia o una señora arrogante, o una cultura, o por una causa natural o un defecto físico, o por el destino que tiene marcados viajes y trayectos desconocidos, o por una situación interna del personaje que le impide amar o ser comprendido.

3. En los primeros capítulos debe existir una relación sexual/amorosa entre los protagonistas; ahora si esta es una violación, mucho mejor. Se debe marcar sexualmente el cuerpo de la protagonista.

4. La protagonista debe tener un pasado desconocido para suscitar misterio a la trama.

5. La protagonista debe ser hija de nadie o de padre desconocido para que sueñe con la posibilidad de tener un origen noble y rico. De ahí nace un elemento de gran fuerza narrativa: la búsqueda del padre.

6. La lucha de clases es un conflicto vital, la pobre niña excluida es evitada y denigrada con base en su condición social; de esta discriminación nace el deseo del ascenso social como clave inteligible para que la protagonista tenga una motivación por qué vivir.

7. El príncipe azul, la bella durmiente y el villano deben tener sus amigos confidentes con los cuales se desahogan, y quienes a su vez se convierten en los consejeros y cómplices que los ayudan a salir exitosos de todos los eventos.

8. Los hombres deben ser pusilánimes, bobos, torpes, consentidos, indecisos, mimados e impotentes para hacer su destino, el cual se verá determinado por las mujeres que le rodean: mamás, novias, amantes y la princesa.

9. La estructura de la historia de amor debe crear y mantener en suspenso al televidente, ya que aunque se sepa el final, el telespectador debe dudar todo el tiempo; pero, al mismo tiempo, debe hacer sentir a quien ve que es inteligente frente al producto, por lo tanto desde las claves narrativas de la telenovela él o ella deben poder asignar sentido y adivinar el devenir.

10. La telenovela debe transformarse con las maneras de soñar de los televidentes y la sociedad, buscando el lenguaje de la vida cotidiana y expresando contextos que generen reconocimiento y utopía en la lotería del amor y la humanidad.

En síntesis, la fórmula original del melodrama propone una relación amorosa en la que la mujer debe ser pobre y el hombre rico, la mujer debe tener un origen noble pero perdido, un personaje malo debe suplantar al bueno y, por último, la heroína debe ser sexual o afectivamente denigrada. Se agrega como ingrediente de la fórmula la existencia de un secreto que debe ser develado y un asesinato a descubrir; debe desarrollar un conflicto de clases, la obsesión por el ascenso social y la presencia de hijos sin padre.

La fórmula del melodrama es exitosa en la medida en que todos los ingredientes que necesita existen en nuestra realidad: somos hijos de nadie que nos gustaría saber de dónde venimos e ilusionar un origen noble es un deseo válido; el ascenso social es algo que nos han vendido como utopía en nuestro pobre capitalismo; que se necesiten personajes malos para resaltar virtudes es obvio en un continente donde la gente se muere diariamente de envidia; que la heroína sea acosada, humillada o violada no es ficción sino que responde a una realidad cotidiana que no se convierte en estadística por pudor personal y estigmatización social; de asesinatos está llena nuestra sociedad y de secretos el campo del poder; y todo adquiere sentido dentro de una sociedad clasista y exclusoria como es la nuestra. El deseo del reconocimiento del que habla el maestro Jesús Martín-Barbero es la pulsión que lleva a que tanto en los melodramas como en la vida real queramos saber quiénes somos, de dónde venimos y para dónde vamos: Necesitamos reconocernos para poder tener identidad.


II. MELODRAMA A LA COLOMBIANA

El melodrama colombiano transforma la fórmula al asignarle un contexto real al romance (café, azúcar, vallenato o universidad) y al realizar una producción de televisión más cuidadosa en lo visual, lo actoral y lo narrativo. Martha Bossio (Pros sigo siendo el rey), Fernando Gaitán (Café), Mónica Agudelo (Señora Isabel), Miranda y Navas (La otra mitad del sol), entre otros, han logrado introducirle a la receta un acento cultural. Esta presencia de lo nuestro es reconocida por el público colombiano que prefiere los dramatizados nacionales sobre cualquier programa extranjero. Esas maneras televisivas de ser colombiano hacen parte del éxito de este género porque permite que estos productos sean más cercanos y más posibles para el televidente. De otra parte, nos gusta mirarnos y creernos que somos muy trágicos, encantados y listos como en las telenovelas. Los dramatizados, entonces, no sólo parten de nuestra realidad sino que hacen realidad nuestros deseos.

El sello colombiano en las telenovelas está en el cuidado de la producción técnica, la abundancia de exteriores, el papel transformado de la mujer y el contexto real de vida de las historias. Se ha logrado el rating (p.e., Café, Señora Isabel, Perro Amor, ¿Por qué diablos?, Yo soy Betty, la fea, Lolita) sin caer en los lugares comunes sino presentando buenas historias y narrativas interesantes.

La telenovela colombiana es, según el maestro Martín-Barbero, el mejor lugar de la representación simbólica de la diversidad cultural y la opacidad política del país. La televisión en su ficción está más cerca de la realidad pero también de la utopía de la equidad social y la justicia afectiva, se ha logrado pensar el país a través de historias de todos los días, las simples, las elementales. Los melodramas nos recuerdan que las sonrisas todavía son posibles en esta Colombia tan agobiada de problemas, han hecho que se tematicen los problemas de la convivencia y la honestidad.

En este contexto, los amores imposibles de La otra mitad del sol (Navas & Miranda, 1996) reflejan la crisis existencial que vive la pareja y el afecto en Colombia, ya que desarrolla historias que se meten hasta el alma, para hacer preguntas e intentar respuestas sobre la forma en que se habita el fin de milenio. En el mismo camino La mujer del presidente (Navas & Miranda, 1998) es televisión bien hecha, que cuenta historias muy cercanas, de vecinos y jefes, de justicias y verdades a medias, de colombianos que sufren y quieren a esta tierra sin paz ni ley. Esta telenovela, además, tiene la sabiduría del suspenso. Ese género que es perfecto para agarrar espectadores y llevarlos casi hasta el borde de lo insoportable... suspenso televisivo, que juega al drama y se enamora del melodrama.

Perro Amor (Salgado & Ospina, 1998) apuesta a divertirse y pensar en simultáneo. Esta telenovela ofrece una historia que mezcla ese perfecto cinismo de la elite que juega con todo y sobre todo con la dignidad del pobre, y esa terquedad de futuro de nuestras gentes que día a día luchan su vida. Y en medio de todo este desbarajuste ético y social esa especie frágil, pasiva, sin imaginación que es el hombre y la mujer (a la colombiana). Y por encima del patético machismo, las heroínas de todos lo días, las mujeres que transforman el mundo sin decirlo y construyen un mejor futuro. Esta telenovela mezcla la ironía con la tristeza social, la falsedad pública con la honestidad privada, la ficción de país con el cotidiano desbarajuste.

En televisión se hace buena televisión cuando se emociona a las audiencias, se les divierte y se les propone nuevas formas o herramientas para enfrentar la vida diaria. El televidente se aburre cuando lo quieren ilustrar, mandar, dirigir, educar. Mientras las telenovelas no renuncien a hacer televisión ni al afecto ni a contar excelentes historias, seguirán siendo nuestro pan simbólico de cada día.


PANTALLA DE MUJER

En el evangelio según la televisión la mujer se hizo para ser adorada, imitada, estetizada, encantada, objetivizada. Esta imagen de mujer antes que expresar un objeto sin sujeto, persona o realidad, manifiesta la crisis de subjetividad del hombre actual.

La objetivación de la mujer en televisión puede ser interpretada de manera negativa como siempre; o por el contrario comprendida como objeto pero de salvación para el hombre contemporáneo. Por lo tanto, la mujer en televisión es, en simultáneo, cuerpo y persona objeto de adoración; seres activos que ponen a sus pies a toda la manada (de hombres); lugares del sueño social; la creencia, la sugestión, la magia, la salvación.

La multiplicidad de papeles que debe actuar la mujer según la telenovela no crea sólo neurosis de identidad, como siempre se ha dicho, promete libertad. En la pantalla ella debe ser bonita y pensante, desarrollar la moral del cuidado sobre los hombres y buscar su realización como persona en el mundo de lo público, atraer y asustar, ser madre'esposa'amante'trabajadora y construir un mundo para la vida de ella y los demás. Obviamente, ser mujer siguiendo la pantalla es algo muy complejo y difícil de actuar; pero ella es, en televisión y en la vida real, el lazo social, la red que junta, el escenario de encuentro. Ella tiene todos los espacios, todos los habita, todos los quiere, todos los rehace.

Quiere esto decir, entonces,... ¿Que la estúpida de telenovela, la banal de publicidad, la interna de programas familiares, el objeto de burla en los humorísticos, la pasiva ante la noticia, la inestable en la política... esa mujer representada en la pantalla no existe?

Sí existe y expresa una objetivación de la mujer. Pero también se puede leer esta representación social de manera distinta: Al ser la mujer en la televisión escrita por hombres o mujeres-cuerpo con mente de hombre, ellas se convierten en un espejo donde leer el macho que escribe e imagina. Y según la mujer de pantalla, el macho evangelista luce seguro de su escritura y domina el escenario; pero al tratar de encubrirse detrás de las mujeres devela su incapacidad de acción, sus miedos sociales, su falta de proyecto. El, al querer dominar a la mujer y volverla objeto, expresa que ella es la opción, ella es un objeto pero de salvación, de culto.

El mundo-hombre no ha podido reconocer que su ser, su subjetividad está en crisis. Por esta razón, sigue creyendo que construyendo mujeres para adorar y soñar lava sus culpas, que imaginando mujeres objeto de deseo rehace su falta de credibilidad, que mostrando mujeres pasivas logra esconder su miedo social y su incapacidad de actuar. Los hombres estamos perdidos de nosotros mismos y sólo nos atrevemos a mirar a la mujer como el lugar del sortilegio, la magia, la vida, la posibilidad.

Dicho lo anterior, no se ve claramente como la mujer según la televisión sea ese oscuro objeto de deseo dominado por lo machos y el orden patriarcal. Por el contrario, en esas imágenes de mujeres hechas por hombres se puede leer que lo femenino es la única oportunidad, posibilidad, utopía; que ellas-cuerpo-moral cooperativa-ternura responsable son alternativas reales para evolucionar, transformar, rehacer la vida (no sólo en la telenovela, sino en la vida real).

Ellas son credibilidad en la noticia, ellas son el sentido en la estética, ellas son el afecto en la vida, ellas son sujetos capaces de perderse así mismas para ganar al otro. Lo patético somos los hombres de televisión: egoistas, pendencieros, ofensivos, retóricos, pensadores, serios, arrogantes, pasivos, pusilámines, centro-de-todo-actores-de-nada. Pasivos objetos del amor. Objetos sin sujeto. Marginales de todo. Ellas son el centro de la pantalla y la pantalla es el mundo.

La heroína de melodrama tiene más valor que el héroe que no se gana nada por sí mismo porque ni trabaja ni sufre ni sueña ni nada, - como la vida real, piensa que sólo basta con existir -. La mujer transformada de telenovela son más ejemplerizantes que sus patéticos consortes. Pueden que no sean modelos reales aplicables a la vida cotidiana, pero son el horizonte de acción, el lugar de la imaginación, la posibilidad de construcción de algo mejor, mucho mejor, demasiado mejor... que la realidad. Las mujeres tienen en la televisión un evangelio para soñar y vivir... sólo falta que no sigan siendo el tema sino también las estéticas y narrativas "en versión" femenina para contarse en forma de mujer y no en estilo de hombre.


IV. HOMBRES DE MELODRAMA

La presencia en la telenovela de hombres muy frágiles, simples, bobos y pasivos es un aspecto que hace parte fundamental del éxito del melodrama. Hombres que nunca evolucionan, que se afirman en su machismo, en sus mamás y esposas, y en el poder de ser el primer hombre en la vida de unas mujeres que se transforman, se hacen a lo largo de la historia. Esto es tan evidente que, me imagino, ningún hombre se ha sentido representado en un héroe de telenovela. No creo que queramos ser salinas o sebastianes, josés o martines. Esos hombres, creemos, no hacen justicia a nuestro ideal, aunque se ven demasiado leales a nuestra actuación en la vida real como tales. Los hombres colombianos somos unos niños grandes, consentidos y que siempre acudimos a la mujer para que nos defienda de los problemas y atienda nuestras pataletas. La realidad lo exclama a su modo: mientras a los hombres les preocupa el pasado de la mujer, a las mujeres les interesa el futuro de los hombres.

La forma obvia y aburrida de ser hombres en la telenovela es parte del éxito porque en esa representación la mujer está ejercitando una resistencia simbólica, experimentando una crítica emocional, afirmando la percepción que tiene de la pobre actuación de los hombres en la vida real. Esto es tan evidente que a los hombres nos da pena aceptar que vemos telenovelas, mientras que las mujeres las disfrutan y no les da pánico sentirse encantadas.

Los hombres deberíamos en lugar de huir de la telenovela, mirarnos en ella como en un espejo que refleja la percepción que sobre nosotros tiene la sociedad. Ha llegado el tiempo en que las telenovelas presenten otros modelos de hombre, otras posibilidades de ser el otros sexo, el que una vez reinaba, en estos tiempos.

Afortunadamente los hombres están creciendo en las telenovelas, están madurando, se están haciendo preguntas sobre lo que significa ser hombre y saber cómo actuar como tal; el hombre está dudando de su seguridad de macho; ya es capaz de aparecer ambiguo, frágil e inseguro en el amor. Para estos varones de melodrama la ironía se ha vuelto una manera de entenderse, el humor una solución mágica al aburrimiento, la mujer es ese claro y tierno sujeto de admiración. Los hombres ya ruegan por una ternurita y un abrazito, y una compañía para esa tristeza tan honda que nos inunda.

Y todo porque la mujer-mamá no quiere criar y ser responsable por más hombres-niños ni en las telenovelas ni en la vida real, no quiere aguantar una pataleta más, no le interesa otra sobreactuación masculina, está aburrida de que seres tan patéticamente dependientes de su amor y seguridad.

Las mujeres quieren y desean hombres sinceros y aventureros, sugestivos y miedosos, eternos y frágiles. Los hombres, a su vez, quieren reconocer sus fracasos, tristezas, necesidades de amor, afecto y comprensión. Y lo cierto es que la telenovela colombiana ha descubierto esta vena de ambigüedad varonil.

Se requieren hombres de buen humor, ironía precisa, tono agridulce, pregunta abierta, duda en voz alta, inseguridad extrema que aparentan exceso de machismo pero tienen una exagerada necesidad de afecto... hombres así, son más cercanos a la utopía de hombres y mujeres de la vida cotidiana. Qué bueno que la telenovela está brindando nuevas formas de ser hombre en esta sociedad, modelos más abiertos, más plurales, más equitativos con las mujeres. Modelos más allá del hijo de mamá, más allá de la seguridad de ser el macho, más allá de este eterno ser-razón y mucho más cercano a lo frágil, lo ambiguo, lo afectivo.


MARGARITA ROSA DE FRANCISCO

En la televisión colombiana existen una mujer que es un icono de identidad, un símbolo de encuentro social, un espejo donde soñar una mejor colombianidad. Ella es Margarita Rosa de Francisco, eterna, inolvidable, adorada, reconocida como digna de imitar, sujeto/actriz por donde pasa lo mejor de ser colombiano.

Margarita Rosa es no sólo el referente más orgullosamente colombiano que tenemos sino que por ella pasan nuestros deseos de ser mejores, más honestos, sinceros, reposados, auténticos, responsables, dignos. Ella encarna ese sentir colombiano de la mejoría espiritual, del encuentro con el sí mismo para mirar al otro, del respeto como fórmula del éxito, del perderse en uno mismo para ganarse el destino propio a ejercer la libertad y el derecho a la autenticidad. Ella es rating pero sobretodo esperanza, ella ya no es una mujer es una imagen que se deshace y reinventa en cada mirada de televidente, ella es lo que todos quisiéramos como personas más allá de ser la más bella o la más sensibles o la más tierna o la menos arrogante o la que juega a la timidez infinita y la pérdida de todo atisbo de arrogancia para encantar. Ella no debería concursar más, ya lo ganó todo y se lo merece todo. Tener a Margarita Rosa en nuestras pantallas es un premio eterno para los colombianos.

Margarita Rosa se ha arriesgado a creer en ella misma, en sus competencias, en el país, en nuestras estéticas, nuestros encantos temáticos y nuestras inciertas historias. Por confiar en sus intestinos, por querer ser de este país y no de otra parte... por ser lugar.espejo.escenario de nuestra identidad colombiana será siempre esa otra manera de ser colombianos: la honesta. La estrella máxima seguirá siendo Margarita Rosa de Francisco, la queremos en original y copia, por los siglos de los siglos.


EL FIN

De la telenovela colombiana le queda a uno la ilusión que las mujeres hace tiempo y los hombres apenas ahora están dejando de deambular por el sinsentido del destino y quieren romper con ese camino trazado para construirse su propio rumbo. Mujeres sobretodo que están hartas de las mismas mentiras y las eternas verdades nacionales, hombres y mujeres que quieren utopías más cercanas, próximas y posibles acerca de cómo vivir el amor, convivir en paz con el amigo y construir futuro al alcance de los olvidos. Y todo en medio del afecto, la fórmula, el dispositivo masivo de la telenovela: nuestro espejo de cada día.



* Omar Rincón: Profesor asociado Departamento de Comunicación – Universidad Javeriana, Analista de medios de comunicación – Diario El Espectador e Instructor Principal en el área de televisión – Fundación Friedrich Ebert

viernes, 9 de noviembre de 2007

La telenovela 'Pura sangre' desata un debate entre expertos sobre la identidad en ese género


Tomado de: eltiempo.com / Noviembre 5 de 2007
LUZ ADRIANA VELASCO

La telenovela Pura Sangre gira en torno a una poderosa familia de la Sabana de Bogotá, que combina las intrigas de un consorcio lácteo con un amor que viene de la infancia.

Antes de su estreno, el Canal RCN publicitó por más de un mes la producción, como el regreso de la verdadera telenovela colombiana. Intriga, romance, misterio, humor e incluso mucha acción, advertía.

Si bien los críticos coinciden en que la telenovela ha mantenido en su hilo conductor estos ingredientes, no creen que la historia de Mauricio Navas utilice elementos que la hagan típicamente nacional.

No obstante, desde su estreno -a mediados de agosto- es la telenovela que, según reportes del canal RCN, lidera la franja prime con una diferencia de rating hogares de más de 20 puntos (en casi todas las oportunidades), con respecto a su enfrentado, que por lo general ha sido 'Sobregiro de amor', del Canal Caracol.

Para la columnista Camila González, que escribió en la revista Semana sobre 'Pura sangre', "se parece más a un culebrón mexicano (...) No cuenta con un ingrediente que la haga puramente colombiana ni en su creatividad ni en su tono".

La historia, sobre una poderosa familia de la Sabana de Bogotá, combina las intrigas de un consorcio lácteo con un amor que viene de la infancia y que es destruido por una venganza.


Nada de carriel y ruanita

Para González, pese a esto, no hace tan evidente la identidad nacional.

"Lo colombiano es muy subjetivo. El libretista escribió según su criterio, pero al verla no hay una identidad inmediata con la telenovela. Y creo que lo que deben hacer las historias es reflejarnos como en un espejo", dice González.

Navas, el autor, se defiende argumentando que si lo colombiano es ponerse la mano en el pecho, el carriel al hombro y la ruanita blanca, "evidentemente la novela no es colombiana".

"Pero el sistema de relaciones de los Lagos (la familia que es el eje de la historia) -dice Navas- no es más que una proyección de las que conozco y son las colombianas. Relaciones en las que la gente aparenta una cosa y dentro de su familia es otra; en las que las mesas de comedor son generalmente un infierno. (...) La temática sí la tomé de Colombia. Creo que quienes critican, desafortunadamente, tienen márgenes estrechos de análisis", enfatiza.

El crítico Ómar Rincón, que elogia la producción, ha escrito que esa no es la verdadera telenovela nacional. "Es una gran producción, pero no será una historia que se quede en el alma", asegura.

Para que una telenovela sea colombiana, insiste Rincón, se necesita casi un decálogo de condiciones:

"Que la mujer no sea pura y virginal, sino aguerrida, jodida, trabajadora (...) Que tenga alguna línea dramática de comedia (...) Que haga referencia a alguna situación de la realidad colombiana. Así sea estereotipada (...) Que tenga una línea de acción equilibrada (...) ni tan lenta como las novelas mexicanas, ni tan rápida como las brasileñas (...) Que respete a los sectores populares".

Para el crítico, la que mejor representa lo colombiano hoy es Sobregiro de amor. "Las mujeres que muestra son maravillosamente reales, tienen humor y hasta las califican de quita maridos... Así es en la vida real", agrega.

La perspectiva de Dago García, vicepresidente creativo del Canal Caracol, trae a colación otros elementos.


Tampoco es chabacanería

"La telenovela colombiana no necesita mostrar los comportamientos más bajos de la gente para que se distinga como tal, ni hacer alarde del narcotráfico, ni de la gaminería, sino que cualquier ingrediente que identifique a los colombianos la hace puramente nacional", explica García.

Y agrega: "Yo no creo que la telenovela colombiana sea sinónimo de chabacanería".

Para él, las historias nacionales no están tan definidas como las mexicanas, las venezolanas, las peruanas e inclusive las que se hacen para Miami. Pero sí hay aspectos que las caracterizan, como el retrato de las mujeres. "Deben ser reales. Tener una dimensión laboral importante, ser trabajadoras y hasta tener una actividad sexual permanente. Pero en general, creo que cualquier característica colombiana que esté presente en las producciones, las hace nuestras", concluye.

sábado, 3 de noviembre de 2007

AMOR A LA COLOMBIANA



Por: Ramón Pineda
http://poorbuthappy.com/colombia/post/


Parece que la telenovela colombiana, esa que rescata nuestro ser colombiano, está de vuelta. "Hasta que la plata nos separe" tiene muchos elementos de lo que somos. Pero ¿será que si queremos mirarnos en ese espejo?

Hubo una época en que las telenovelas colombianas eran colombianas. En ellas estaban las regiones, los paisajes, los acentos, los actores, las alegrías y los dilemas de los colombianos. Nada de adaptar libretos de otros países, nada de traer actores extranjeros. Hasta la música de los cabezotes era la de aquí. Eran un producto criollo que además tenía firma de autor. Sí, hubo un tiempo en que a uno le importaba quien escribía la telenovela.

Uno reconocía el estilo de Julio Jiménez porque en sus historias siempre había una familia disfuncional con una o dos solteronas reprimidas, un ama de llaves llena de secretos y un recién llegado con ganas de cobrar venganza. En sus telenovelas, - excepto La abuela- no había una región ni un acento específico (tal vez por eso sea tan fácil adaptarlas a lo Miami) pero esa sordidez sicológica de sus personajes no se veía en los melodramas mexicanos, venezolanos, ni en los brasileros, solo aquí. (Los cuervos, El ángel de piedra, Por qué mataron a Betty, El segundo enemigo)

Se reconocía a Bernardo Romero Pereiro en sus dos estilos. El psicológico, acompañado en algunos casos de Mónica Agudelo, con extensos diálogos de personajes urbanos y burgueses, con familias fingiendo felicidad pero infelices hacía dentro como queriendo decir que “los ricos también lloran�? (Señora Isabel, Sangre de Lobos). Y el folclórico, de acento costeño, con personajes medio garciamarquianos, pura burguesía rural, más alegre, menos dramática. (Caballo Viejo, Momposina, Escalona).

Estaba también Marta Bossio, que era más amiga de hacer adaptaciones de la literatura, pero que le ponía un sello muy colombiano a sus libretos y sino piensen en Gallito Ramírez, La casa de las dos palmas, San Tropel, Un tal Bernabé Bernal, El bazar de los idiotas y hasta con todo lo mexicana que pueda parecer, Pero sigue siendo el rey, era muy nuestra en su ritmo vertiginoso, en no tomarse en serio nada, en su sentido del humor.

Los Mauricios, Juana Uribe y últimamente “Los Dagos�" y Fernando Gaitán son autores que de alguna manera han defendido la colombianidad de las telenovelas colombianas, en medio de tanto reencauche, de tanto acento neutro, de tanto paisaje maiminesco de personajes hechos con el mismo molde, puestas en escenas que parecen una imagen publicitaria: en los colores, en la ropa siempre nueva y los peinados con gomina).

El regreso de Fernando Gaitán con Hasta que la plata nos separe vuelve a recordarnos que si existe la telenovela colombiana. El primer capítulo (que inteligente edición y ritmo el que le imprime Sergio Osorio) nos hizo mirarnos al espejo, el de los colombianos ricos o pobres que se endeudan como sea para pagar el semestre de universidad o comprar una casa que no está al alcance de su presupuesto.

En esta telenovela está el colombiano común y corriente, tanto en lo físico como en su manera de ganarse la vida, en esa preocupación diaria de conseguir la papita, y no perder el empleo: El rebuscador que vende lo que sea y la ejecutiva que para defenderse de tanto machismo tiene que volverse mandona, los carniceros, el aprendiz de abogado, el arribista, la que se cree rica porque vivió en el exterior, la estudiante universitaria, el de la prendería, el hospital con muchas camas, el televisor, y claro, que más colombiano, que el Renault 4. Enhorabuena llegó esta telenovela. Ojalá que mirarnos en ese espejo no nos espante.

¿Y usted sí cree que está nueva telenovela cuenta nuestra colombianidad? ¿Si cree que hay algo que distinga las telenovelas colombianas de las demás?

sábado, 27 de octubre de 2007

Listado de telenovelas colombianas



Colombia produce telenovelas desde 1959. Esta es una lista preliminar de las telenovelas y series dramáticas que se han realizado en el país durante los últimos 50 años. En caso de presentarse algún error en la fecha, por favor enviarnos su mensaje a: felixlozanocardenas@gmail.com

A
"A donde va Soledad" (2000)
"Aguas mansas, Las" (1994)
"Al ritmo de tu corazón" (2004)
"Alicia en el país de las mercancías" (2000)
"Almas de piedra" (1992)
"Amantes del desierto" (2001)
"Amas de casa desesperadas" (2007)
"Amor a la plancha" (2003)
"Amor a Mil" (2001)
"Amor de mis amores" (2004)
"Amor en forma" (1998)
"Amor es más fuerte, El" (1998)
"AmorDiscos" (2000)
"Amores cruzados" (2006)
"Amores de mercado" (2006) (mini)
"Ana de negro" (1990)
"Auténtico Rodrigo Leal, El" (2003)
"Azúcar" (1989)

B
"Baby Sister, La" (2000)
"Baile de la vida, El" (2005)
"Brujeres" (2000)

C
"Caballo viejo" (1988)
"Café con aroma de mujer" (1994)
"Calamar" (1990)
"Candela" (1996)
"Caponera, La" (2000)
"Cara o sello: Dos rostros de mujer" (1995)
"Carolina Barrantes" (1998)
"Cartas de amor" (1997) (mini)
"Casa de las dos palmas, La" (1991)
"Casados con hijos" (2004)
"Castillo de naipes" (1998)
"Cazados" (1996)
"Cinco caras del amor, Las" (2005)
"Clase aparte" (1995)
"Como Pedro por su casa" (2003)
"Conjunto cerrado" (1996)
"Copas amargas" (1996)
"Corazón prohibido" (1998)
"Costeña y el Cachaco, La" (2003)
"Cuerpo del deseo, El" (2005)
"Código de pasión" (1998)

D
"Dama del pantano, La" (1999)
"De pies a Cabeza" (1993)
"Decisiones" (2005)
"Detras de un ángel" (1993)
"Dios se lo pague" (1997)
"Divorciada" (1999)
"Don Chinche" (1985)
"Dora, la celadora" (2004)

E
"Eco moda" (2001)
"Ejecutivas, Las" (1996)
"Elegida, La" (1997)
"En cuerpo ajeno" (1992)
"Enigmas del más allá" (2005)
"Entre amores" (2000)
"Escalona" (1992)
"Eternamente Manuela" (1995)
"Ex, La" (2006)

F
"Fiscal, El" (1999)
"Flor de oro" (1995)
"Francisco el matemático" (1999)
"Fuego verde" (1998)
"Fuera de foco" (2000)

G
"Gallito Ramírez" (1986)
"Gallo de oro, El" (1981)
"Guajira" (1996)
"Guerra de las Rosas, La" (1999)

H
"Hasta que la plata nos separe" (2006)
"Herencia maldita" (1990)
"Hermosa Niña" (1998)
"Hija del mariachi, La" (2006)
"Hilos invisibles" (1998)
"Historias de hombres sólo para mujeres" (2001)
"Hombres" (1997)

I
"Imaginate" (1987)
"Informante en el país de las mercancías, El" (2001)
"Inutil, El" (2001)
"Isabel me la Velo" (2001)

J
"Juan Joyita quiere ser Caballero" (2001)
"Juanas, Las" (1997)
"Juego limpio" (2005)
"Juegos prohibidos" (2005)
"Juliana, qué mala eres!" (1997)
"Julius" (1999)

L
"Leche" (1995)
"Lectora, La" (2002)
"Lola calamidades" (1984)
"Lorena" (2005)
"LP loca pasión" (1989)
"Lucerito" (1994)
"Luna, la heredera" (2004)
"Luzbel esta de visita" (2001)

M
"Madre, La" (1998)
"Maldición del paraíso, La" (1993)

"Mambo" (1994)
"Manantial, El" (1996)
"Marca del deseo, La" (2007)
"Maria Madrugada" (2002)
"Marido a sueldo" (2007)
"Marido y mujer" (1999)
"María Bonita" (1995)
"María, La" (1991)
"Mascarada" (1995)
"Me amaras bajo la lluvia" (2004)
"Me llaman Lolita" (1999)
"Merlina mujer divina" (2006)
"Mesa para tres" (2004)
"Mi pequeña mamá" (2002)
"Milagros de amor" (2002)
"Momposina" (1995)
"Mujer del presidente, La" (1997)
"Mujer doble, La" (1992)
"Mujer en el espejo, La" (1997)
"Mujer en el espejo, La" (2004)

N
"No juegues con mi vida" (1990)
"No Renuncies Salomé" (2003)
"Noches de Luciana, Las" (2004)
"Nuevo rico, nuevo pobre" (2007)

O
"O todos en la cama" (1994)
"Oki Doki" (1992)
"Otra en mi" (1996)
"Otra mitad del sol, La" (1996)

P
"Pa' Machos" (1996)
"Padres e hijos" (1992)
"Pandillas guerra y paz" (1999)
"Pasado no perdona, El" (1990)
"Pasado no perdona, El" (2005)
"Pasiones secretas" (1994)
"Pasión de gavilanes" (2003)
"Pecado santo" (1995)
"Pecados capitales" (2002)
"Pecados de Inés de Hinojosa, Los" (1988)
"Pedro el escamoso" (2001)
"Perro amor" (1998)
"Pobre Pablo" (2000)
"Por amor a Gloria" (2005)
"Potra zaina, La" (1993)
"Precio del silencio, El" (2002)
"Prisioneros del amor" (1997)
"Puerta grande" (1993)
"Punto de giro" (2003)
"Pura sangre" (2007)

R
"Rauzán" (2000)
"Reina de Queens, La" (2000)
"Reinas" (2005)
"Retratos" (2003)
"Reyes, Los" (2005)

S
"Sabor a limon" (1995)

"Saga: Negocio de familia, La" (2004)
"Sangre de lobos" (1991)
"Sara un grito en el silencio" (1999)
"Se armó la gorda" (2000)
"Septima puerta, La" (2004)
"Señora Bonita" (1996)
"Señora Isabel" (1993)
"Si nos dejan" (1995)
"Siete veces Amada" (2002)
"Sobrevivir" (1995)
"Sofía dame tiempo" (2003)
"Soledad" (1993)
"Solo una mujer" (1995)
"Solterita y a la orden" (2001)
"Sombra del arco iris, La" (1998)
"Sombra del deseo, La" (1996)
"Sueños y espejos" (1994)
"Sín límites" (1998)

T
"Tabú" (1999)
"Te voy a enseñar a querer" (2004)
"Tiempos difíciles" (1995)
"Tierra de pasiones" (2006)
"Todo por amor" (2000)
"Todos quieren con Marilyn" (2004)
"Tormenta, La" (2005)
"Traga Maluca" (2000)
"Tuyo es mi corazón" (1985)

V
"Venganza, La" (2002)
"Victoria" (1995)
"Vida de mi vida" (1994)
"Viuda de Blanco, La" (1996)
"Viuda de la mafia, La" (2004)
"Vuelo 1503" (2005)
"Vuelo de la cometa, El" (2004)

Y
"Yo amo a Paquita Gallego" (1997)
"Yo soy Betty, la fea" (1999)

Z
"Zorro: La espada y la rosa" (2007)

Otros
"¡Anita, no te rajes!" (2004)
"¡Ay cosita linda mamá!" (1998)
"¿Por qué diablos?" (1999)
"¿Por qué mataron a Betty?" (1991)
"Ángel de la guarda, mi dulce compañía" (2003)
"Ángel llamado azul, Un" (2003)

Acerca de la telenovela en Colombia

“Pocos fenómenos culturales evidencian hoy en forma tan expresiva las contradictorias articulaciones que entrelazan las dinámicas culturales a las lógicas del mercado como la telenovela ...”.
Martín Barbero, 1992:8

La telenovela, en tanto producto audiovisual y cultural con profundas raíces y tradición en Latinoamérica, se ha consolidado en los últimos años en Colombia como uno de los géneros televisivos más legitimado en las preferencias de sintonía y en la forma de producción nacional que mayor éxito comercial ha logrado en otros países del continente e, incluso, en los mercados mundiales que, de manera cada vez más constante, han empezado a consumir telenovelas colombianas.

Este género melodramático se ha convertido en un elemento clave para el desarrollo de la industria televisiva colombiana en los últimos veinticinco años.

“Si en términos económicos para una programadora de televisión es muy importante que le concedan una telenovela, ya sea para producirla o para importarla de otros países, en términos del desarrollo de la industria misma el compromiso de producir una telenovela nacional está obligando a las programadoras a establecer una infraestructura técnica y profesional mucho más grande y sólida que para la producción de cualquier otro tipo de programa. De manera que no solamente se ponen las bases para producir telenovelas sino otra serie de programas dramatizados y en general cualquier otro tipo de programa que requiera de profesionales y técnicos especializados y de una seria infraestructura” (Barbero, 1993:22).

Esto nos lleva a pensar, desde una perspectiva cultural, que la telenovela en Colombia ha dejado de ser un programa de “entretenimiento” destinado preferencialmente a las amas de casa, para convertirse en un producto audiovisual que desplazó a las grandes series norteamericanas y europeas en las franjas de mayor audiencia diaria de la televisión colombiana. Hoy constituye un producto económicamente rentable y prioritario para la inversión publicitaria, lo cual es políticamente significativo porque “cada día un mayor número de personas y sectores la ven como un espacio de intervención y culturalmente ofrece un campo fundamental para la introducción de hábitos y valores” (Barbero, 1993).

En la actualidad, no resulta extraña la noticia de la emisión de producciones nacionales como Café con aroma de mujer, Betty La Fea, Merlina: Mujer Divina, Pasión de Gavilanes, La Tormenta o Pecados Capitales en la televisión asiática, norteamericana, española, rusa, alemana, árabe o japonesa, mercados audiovisuales extranjeros a los que antes solamente llegaban melodramas mexicanos, venezolanos, argentinos o brasileros.

Este fenómeno de internacionalización de las telenovelas no está ligado solamente a los procesos de industrialización y las estrategias de comercialización por parte de las empresas productoras y canales de televisión colombianos para aumentar sus ingresos; también involucra cambios en sus estructuras narrativas, en sus abordajes temáticos que van desde la literatura clásica hasta los problemas sociales, en sus componentes y en sus técnicas de producción, entre otros aspectos.

Éste es el punto de partida para analizar, desde una perspectiva semiótica, el papel que desempeñan los pregenéricos o cabezotes de las telenovelas –esos relatos breves que actúan como portadas de la producción, que acompañan con frecuencia el comienzo de cada capítulo del melodrama para recordar al televidente de manera sintética y precisa los momentos más importantes y significativos de la trama y que, en promedio, no superan los 60 segundos- dentro de la estructura narrativa de estos productos dramáticos: como síntesis del relato, como elemento estético o como estrategia de mercadeo de la producción audiovisual, entre otros usos y funciones.

Los pregenéricos o cabezotes, que hasta hace algunos años eran considerados como elementos puramente decorativos del relato, similares a la carátula de un libro, hoy se han convertido en piezas audiovisuales de vital importancia que le permiten a la productora o al canal de televisión generar la “marca” del producto para comercializarlo, y al televidente la posibilidad de “ligarse” al relato y comprender la historia en su totalidad, desde el visionado de cualquier capítulo.

Se considera, entonces, el pregenérico como un componente de alta relevancia que evidencian los cambios narrativos que han experimentado las telenovelas colombianas, sus evoluciones técnicas y estéticas, puesto que, en algunos casos, ha llegado a tener vida propia como narración total: sirven de anzuelo para la venta de las producciones en los mercados internacionales, constituyen la cara que genera la primera impresión del relato y, en muchos casos, el público televidente recuerda más el pregenérico o cabezote de presentación que la trama misma de la telenovela.

Si se tiene en cuenta que el lenguaje televisivo está construido por una diversa gama de formas expresivas que construyen mensajes mediante la combinación de tres componentes fundamentales: las imágenes, los sonidos y los elementos lingüísticos, esto implica que un estudio sobre los cambios narrativos de los pregenéricos de las telenovelas colombianas, desde una mirada semiótica a sus códigos lingüísticos, icónográficos y sonoros, permite conocer la evolución que ha tenido este género de ficción, tomando como referentes tres momentos significativos: la etapa inicial o etapa de la telenovela clásica (donde los grandes relatos de ficción estaban basados en la literatura clásica y tanto los actores como los libretos tenían alta influencia del teatro), la etapa de la industrialización (donde se comienza a desarrollar toda una industria alrededor de este melodrama televisivo, se especializan los roles de su producción y se experimenta con temas de la región, de la provincia colombiana), y la etapa de internacionalización - canales privados (cuando la telenovela colombiana incursiona en los mercados mundiales y se vuelve un producto de exportación, se muestra la necesidad de combinar un estilo propio de la telenovela colombiana con la universalidad del relato y genera otros requerimientos de tipo estético, técnico y comercial ligados al surgimiento de los canales privados de televisión RCN y Caracol.